sábado, 8 de agosto de 2009

IV.- La noche de mi muerte

IV.- La noche de mi muerte

1


Acostúmbrame a robar paisajes, a sembrar semillas a cada momento. Bendito el infierno en que la conocí, en la noche oscura cuando era la hora indicada de marchar a Capilla. Toda la muchedumbre, se arremolinaba en aquella casa maltrecha, de muros rosas entre objetos entilachados é inútiles, pinturas de mal gusto y un conglomerado de estúpidos con los que intentaba congeniar. Los ciudadanos torpes y felices de aquel desolado desierto ubicado en los bordes del vicio y el ocio tenían estragos a su paso que no obstante, volvía a semblantes alegres y despreocupados, del bullicio de la ciudad.
Parecía tal cuento sacado del medioevo: Isaac, el Juglar loco, enviciado en poesía, borracho de sentimiento era acompañado fielmente por la Reina Blanca, Rosalía, su compañera, que cargaba en brazos al heredero de la corona de aquel imperio de romanticismo y oneirismo pleno: sobreviviendo al descuido y abandono de sus volubles raíces que lo habían expulsado del paraíso, esquivando la torpeza inevitable de la misma que lo había desterrado, por una sentencia que no entendía y que tampoco le pertenecía.
Otro más escoltaba al séquito esquizofrénico: Un Payaso patético, El Siete Leches, siervo de los reyes, miserable por excelencia, tanto que a primera impresión se le podía detestar con suma amabilidad. De su boca, se desprendía una sarta de incoherencias que cada segundo que transcurría, me era más difícil tolerar. Por dentro, colerizado me resistía, agradecido de Amarena.


2

La dama de las Azucenas era fatalmente hermosa, más que Amarena. Su cabellera oscura, salpicada de matices turquesas presumía su rostro, detallado quizás, por la noble mano de un pintor, dibujándola como un mero capricho a su egoísmo que a pesar de tales virtudes se miraba solitaria, agobiada de no encajar con el paisaje, de ser una y no dos. Y comprendí que la belleza solo en soledad se conserva.

- ¿Y estos dibujos? – pregunté sin mesura a Amarena.

- Son de míos. Un pintor me invitó. Ya sabes, así sin nada. De ropa.





3

El rompecabezas multicolor era de tan escasas piezas que no lo dudé. Inocente, inocente, ¿Cuándo aprenderás, pequeño Payaso Marino jugando a ser bucanero? Jamás te dejes envolver. Nunca por lo desconocido. Y le dije sí, al surrealismo.
Con las muelas masticaba el defectuario:

- Espérate, así no. No es para eso – gritó perturbado aquel Arlequín de cara cómica y estirpe mal nacida, apodado el Siete Leches.

Me arrebató de las manos el sufragio onírico que tanto lo enfermaba. Anestesia contra las ideas contaminadas por el irreversible ocio.

- Mira… – mencionó sosteniendo un objeto redondo – Con esto.

Lo sujeté. Arrimé los labios y soplé en reversa. Un amargo vapor sabor a cáñamo, intoxicó el aire. Segundos después, sentí como las formas se distorsionaban y el movimiento tomó un paso lento, casi restringido. Respiré profundo, sosteniendo con fuerza el oxígeno para no perder la lucidez. Al exhalar, la paranoia persistía: Anhelaba el goce pleno de Amarena pero imaginé que con toda seguridad lo habría de arruinar.
Subimos a la vagoneta y partimos.


4

Vi por el cristal, la lejanía a poca distancia. Sus ojos fulminaban mi espectro con un intenso fulgor marrón. La noche taciturna combinada con el sabor a cáñamo, presagiaba la agonía. La panorámica se tornaba ante mi mirada en un horroroso averno abandonado a las sombras de mi imaginación homicida. Ya no sentía mis articulaciones: el tajante frío las había paralizado, al tiempo que ella me azotaba en la absoluta contemplación de sus pupilas. Estiró el brazo, la mano abriría la puerta. Recreaba los hechos futuros: el impacto sobre la áspera superficie, rodando un par de veces con tal potencia que el cadáver-basura, empapado en sangre, con las vísceras, quedaría embadurnado al impactar contra el asfalto y resquebrajarse en añicos. Era mi suerte. Cuando de pronto, Amarena arrojó por la ventana una envoltura de celofán. Fin de la demencia.


5

Alguien ordenaba.

- Sube el vidrio que hace un chingo de frío.

Y sí, lo hacía, lo subí. Entonces sentí mi piel helada, pálida, azulada. Por mero reflejo, giré la manivela. Contemplativo: Uno, dos, tres, cuatro, cinco… No había captado. Era la voz del bufón con un tono despectivo.

" ¡Maldito hijo de perra! ¿Qué te pasa?" rabié en mi adentros.

Por evitar conflictos, no respondí. Aún el vaporcito me exorcizaba con mis arterías infladas de dopamina.
Isaac, conducía con una mano al volante mientras la otra empinaba una botella hasta su garganta. Recuerdo todavía, la falda de serpientes, dirigiéndome entre sus pasos a una muerte fatal, carente de razón, de tiempo, de desesperación; entre aquel cardúmen de sardinas.
El automóvil cerró su paso a un camión que por poco nos despedaza. Pude sentir el limbo, una senda sin retorno de bruma seca e hilarante que no es más que la abstracción de la agonía entre los gritos desesperados de esperanzas inconclusas.

- ¡Amarena! ¿Cómo puedes tener amigos tan repudiables? Con más inconciencia en sus cráneos repletos de mierda… – toda la oración no pasó de ser una maldición silenciosa, que engullí con el rencor de aquella noche, embrujada.


6

Cuando llegamos, ella empezaba a delatarse. Aprovechaba la oscuridad para disolver sus manos entre mi cuerpo, sujetándose a mí. Tomaba entre sus dedos mis rizos alocados, desenredándolos, destrozándolos.

Salimos al parque, entre el ruido de los altavoces:

- Te quería preguntar algo… más bien te quiero… preguntar…

- ¿Te gustaría ser mi… - no había terminado de argumentar su defensa cuando respondí precipitado:

" Si, si quiero navegar en tus mares… más bien, necesito..."

- Si, me encantaría – y sellé la transpiración de esa noche colgándome de sus dulces labios. Una fragancia para el olvido, dos pastillas de prozac.

2 comentarios:

  1. me gustan los personajes, la forma para describir una sensación en particular, o muchas, quizá no explicar muy bien la situación tiempo y lugar sea parte de la estructura de la historia, las últimas pastillas me resuelven algunas dudas. Pero en general, creo que el viaje nos lleva hacia lagún lugar.

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  2. hola disculpame que despuès de aber leido tanto tu blog recien te respondo de la imbitacion a chequear tu blog el dia:05/06/2009 aber tu novela inèdita
    soy creador del cuarto del go

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